Verás auroras como sangre: XXIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana
Raúl Zurita
Editores/as:
Francisca Noguerol
Materias IBIC - BISAC
- Literatura: historia y crítica
Resumen
El poeta es una de las voces más originales de la literatura contemporánea en español, cuenta con una legión de seguidores que reconocen la potencia de su proyecto literario. Considerado muy tempranamente como la figura más relevante de la literatura chilena posterior a Parra, ha desarrollado una obra colosal y proteica que conjuga el tono apocalíptico con el testimonial, la experiencia neovanguardista con el alegato etnocultural y ecocrítico, la “escritura material” con la plasmada en papel. Apasionado, visionario y agónico, convencido de que solo merece la pena el arte que provoca el estremecimiento, Zurita concibe el tándem “literatura y vida” como un todo, lo que explica que el “yo” aparezca en sus obras como proyección de la voz de otros, pero, asimismo, con enorme impronta autobiográfica.
Heredero de la gran tradición lírica chilena, su obra revela el aliento épico y la ambición de totalidad presente en La Araucana de Ercilla y continuada con títulos como Altazor, de Vicente Huidobro o Canto general, de Pablo Neruda. Estas grandes creaciones, a las que habría que añadir otras universales como la Divina Comedia dantesca —eje vertebrador de su escritura—, la Biblia, el Popol Vuh, Finnegans Wake, Pedro Páramo, los Cantos de Pound o las leyendas mapuches, dan idea de la magnitud de una poética enmarcada en la tradición de la ruptura, pero, asimismo, deudora de los títulos mayores de la literatura universal, signada por la coherencia y la organicidad a lo largo de cincuenta años de carrera.
Purgatorio (1979) irrumpió en la escena literaria latinoamericana para convertirse en emblema de una generación traumatizada por la violencia de la dictadura, causando estupor desde un primer momento tanto por su contenido —ajeno al autismo literario e inscrito claramente en la historia— como por su forma —la quemadura que se infligió el autor en la mejilla, reflejada en la portada del libro, dio comienzo a una creación que rebasó los límites de la página para marcar sus trazos en la piel del poeta.
Esta experiencia de acción-inscripción del mensaje más allá de la palabra se extendió posteriormente a espacios naturales como el cielo de Nueva York —con los efímeros astroglifos de humo blanco pertenecientes al poema La Vida Nueva, proyectados por cinco avionetas en 1982—, el desierto de Atacama —donde se lee desde 1993 el geoglifo de tres kilómetros “Ni pena ni miedo”—, los acantilados chilenos —en el proyecto “Verás” (2011) — o el agua de mar —que en la instalación “El mar del dolor” (2017) inundó parcialmente una fábrica en desuso y bañó los pies de los asistentes para denunciar el “viaje hacia la muerte” de los inmigrantes de Medio Oriente a Europa, personificados en la figura del niño Galip Kurdi.
Gracias a estas “marcas” desmesuradas, inscritas en el cuerpo y la naturaleza, Zurita ha sabido desactivar convenciones literarias para empatizar con el dolor de los humillados de la historia —torturados, asesinados o desaparecidos—, claves para entender la propuesta de un autor atento a la desolación que permea nuestro tiempo pero que, asimismo, apuesta por el amor para construir nuevos significados en las sociedades humanas. Adentrémonos, pues, en el radiante, alucinado y herido “universo Zurita”.